Exministros del anterior gobierno popular recuerdan que ya había tres derechas cuando su proyecto más centrado ganó elecciones a Pedro Sánchez
Corresponsal diplomático de EL PAÍS
Todos los análisis pormenorizados y las posibles medidas correctoras más drásticas quedan aplazados en el PP hasta conocer los resultados de las elecciones locales y europeas del 26-M. El objetivo del equipo de Casado, ahora muy copado de exmiembros de los gabinetes y la fundación de Aznar, es frenar la sangría de votos, sobre todo hacia Vox, y lograr que el partido, acostumbrado a gobernar y con una estructura de muchos cargos, aguante la próxima prueba electoral. “El partido debe hacer un punto y aparte, cambiar el chip y, sobre todo, romper la inercia de los temas nacionales y hablar de los problemas de la gente”, diagnostica uno de los dirigentes regionales con más poder orgánico.
Casado y su entorno piden tiempo, como lo tuvieron Aznar y Rajoy, que perdieron dos elecciones seguidas. El jueves, en la fiesta del Dos de Mayo de la Comunidad de Madrid, el propio Casado se sumó a los argumentos de Aguirre sobre que el declive electoral del PP empezó en 2008. Ese año, ante las maniobras de la entonces presidenta madrileña previas al crítico Congreso del PP en Valencia, Rajoy llegó a quejarse en un mitin pidiendo que los más conservadores y liberales se marchasen a otros partidos. Aguirre sitúa en ese momento el inicio de la decadencia, coincidiendo también, según su análisis y el de Casado, el estallido del caso Gürtel y el abandono del aznarismo con la defenestración como portavoces de Ángel Acebes y Eduardo Zaplana.
Feijóo, siempre tan observado en el PP, rechazó esa interpretación, recordó que Rajoy “sacó el doble de escaños del actual” y destacó que el “éxito” de Pedro Sánchez el pasado domingo con 123 diputados es igual al peor resultado del anterior presidente, en 2015. Varios exministros de Rajoy profundizaron en privado en los últimos días en esa idea de “que el mejor Sánchez nunca ganó al peor Rajoy”. Y rechazaron tajantemente que se pueda atribuir al político gallego la caída de 137 a 66 diputados el 28-A.
Los marianistas y sorayistas del PP, que ya no tienen ningún poder orgánico, apelan a la hemeroteca. Y constatan que Vox nació en 2013 (cuando ya existía la competencia por el centro de UPyD) y reunió en la primera cita de las europeas 246.833 votos (1,57 %), a 1.500 papeletas de un escaño. En las generales de 2015, en el peor momento de Rajoy, Vox se quedó en 57.000 votos (0,23%) y ahora ha irrumpido con 24 asientos en el Congreso y 2.677.173 papeletas (10,26 %). Ciudadanos surgió en 2005, pero solo en Cataluña, y hasta sus primeros comicios nacionales en 2015 no ascendió a 40 actas y 3.500.446 sufragios (13,93 %).
Entre los excolaboradores de Rajoy no se olvida que el primer viaje al centro del PP lo emprendió Aznar con la refundación en 1989, hace tres décadas. Esos dirigentes subrayan que desde entonces todas las elecciones ganadas por el partido se han producido cuando instaló claramente “en el más amplio centro político, con todas las sensibilidades dentro, desde el centroizquierda hasta el centroderecha”.
Las alusiones críticas a Rajoy no han encontrado eco del protagonista. Pero dirigentes populares muy cercanos al expresidente aseguran que está muy molesto con lo sucedido. Especialmente con el resultado electoral y con la deriva del partido que había dejado en herencia a Casado.
Distanciarse de Vox
Desde la Galicia de Feijóo, la Castilla y León de Juan Vicente Herrera, la Andalucía de Juan Manuel Moreno Bonilla y otras regiones, sobre todo en las que están acostumbrados a ser un partido de gobierno, han reclamado, en público y en privado, a Casado que se centre y modere, ensanche su estrategia y se distancie de Vox, en vez de blanquear esa marca. Casado lleva unos días intentándolo, pero arguye que al mismo tiempo otros barones territoriales y alcaldes le han pedido que no se exceda en las críticas al partido de Santiago Abascal, porque este podría ser un aliado crucial para que el PP mantenga el poder en sus territorios después de las elecciones municipales y autonómicas. En esa disyuntiva navega Casado, que compartirá hoy espacio y confidencias precisamente con Feijóo en una romería en O Pino, una localidad muy próximo a Santiago, con 5.000 militantes para trasladar una imagen de unidad.
El martes, tras el autocrítico comité ejecutivo nacional, Casado llamó claramente “ultraderecha” a Vox, pero el jueves, en la fiesta madrileña, optó por definirlo como “derecha radical”. Uno de los objetivos declarados, por ejemplo, por José Luis Martínez Almeida, aspirante popular a la alcaldía madrileña, es volver a “enamorar” los 235.000 votantes de Vox que han abandonado al PP en la capital de España. Almeida pone ese objetivo por encima incluso de intentar convencer a los emigrados a Ciudadanos. El PP logró en Madrid en 2016 el 40,20% de los votos (Vox solo 9.200) y ahora ha descendido a 20,90%.
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